Revista Movimiento Nacional

Pensamiento, Discusión y Cultura

El pueblo en armas. Formación de las milicias criollas 1806-1807

El pueblo en armas. Formación de las milicias criollas 1806-1807

Lucas Ariel Cascales [1]

Las Invasiones Inglesas significaron un punto de inflexión en la historia política del Río de la Plata. Estos sucesos no sólo permitieron evidenciar el debilitamiento del poder español en América, sino que contribuyeron a la aparición de instituciones y actores políticos que configuraron un nuevo centro de poder. En este contexto, las milicias urbanas de Buenos Aires, creadas para la defensa de la ciudad frente a la incursión británica, lograron adquirir un peso cada vez mayor en la política local. Serían los cuerpos criollos quienes desempeñarían un rol decisivo en el proceso revolucionario que daría lugar a las jornadas de mayo de 1810.

Los grupos armados se convirtieron en un espacio de encuentro entre sectores que reclamaban una mayor participación, tales como la burguesía criolla y la plebe urbana. Se distinguieron de las fuerzas militares existentes adoptando prácticas distintas a aquellas que reglamentaban las tropas regulares peninsulares. Al mismo tiempo sus integrantes se valieron del prestigio que la pertenencia al cuerpo otorgaba, utilizando esto como herramienta de ascenso social, confrontando así con una sociedad estructurada y tradicionalmente rígida. Pero lo realmente interesante está en observar el ascenso de las milicias criollas como nuevo actor político y su evolución, pasando de ser un conjunto de cuerpos militares irregulares creados con carácter defensivo a convertirse en grupos de presión que, por la fuerza de las armas, lograron influir en el escenario político local.

Origen y composición social de las milicias voluntarias

El proceso de militarización iniciado con la reconquista de Buenos Aires en 1806 y que dio lugar al nacimiento a las milicias, se dio de manera espontánea y no tuvo una dirección clara en su origen. La primera invasión británica dañó el prestigio y la legitimidad de las fuerzas militares coloniales a los ojos de la población civil. Dadas estas circunstancias, si el enemigo iba a ser expulsado de la ciudad, la tarea inevitablemente recaería en la población local. La retirada del virrey, representante de la autoridad real y responsable de la protección de sus súbditos, y la capitulación de los representantes del poder español empujaron a la población local a asumir su propia defensa.

La reacción a la ocupación inglesa entonces fue la organización de cuerpos voluntarios armados, que se estructuraron de manera inorgánica durante la Primera Invasión Inglesa y luego de forma más sistemática para afrontar la Segunda en 1807, nutriendo sus filas de habitantes de la ciudad de Buenos Aires y de otras regiones del virreinato. Inicialmente consistieron en formaciones armadas privadas sostenidas por un jefe que armaba por su cuenta a sus vecinos y dependientes. Luego la organización adoptó otras lógicas, más cuando el reclutamiento se volvió obligatorio, siendo la más común de ellas la reunión por origen geográfico. De esta forma surgieron, por ejemplo, los cuerpos de Gallegos, Vizcaínos o Catalanes en el caso de las milicias formadas por peninsulares o, en el caso de los cuerpos criollos, los Arribeños y Patricios, siendo estos últimos la organización miliciana más importante en cantidad de efectivos.

Cabe mencionar que la Corona española nunca consideró a los criollos en una escala masiva para el servicio militar, confiando en cambio la defensa de sus territorios a ejércitos peninsulares enviados desde Europa[2]. En el caso del Río de la Plata, la ausencia de amenazas inmediatas y la presencia de una institución militar que no tenía cercanía a la sociedad local, contribuyeron a la ausencia de espíritu militar entre la población previo a las Invasiones Inglesas. Y si bien las milicias de ciudadanos voluntarios existían con anterioridad al conflicto, fue durante ellas que el número de efectivos aumentó enormemente.

Los cuerpos voluntarios no conformaron un grupo homogéneo, por el contrario, su composición abarcó distintos estratos sociales, contando entre sus filas desde comerciantes y funcionarios hasta integrantes de la plebe. La heterogeneidad de la composición de las milicias marcó una clara diferencia con el ejército regular, quien establecía rígidos criterios sociales para la selección de la oficialidad, mayormente proveniente de la nobleza española y de familias oligárquicas americanas. Por su parte, las milicias habían convocado a todos los hombres comprendidos entre los 16 y 45 años de edad, lógica que permitió establecer vínculos entre la tropa y la oficialidad, que muchas veces fue elegida por votación de los soldados que eran en su mayoría jornaleros, artesanos y otras gentes del bajo pueblo.

Si bien las mujeres no formaron parte de la milicia de manera oficial, adhirieron a la lucha y tuvieron activa participación en los episodios de 1806 y 1807, llegando incluso algunas de ellas a obtener un reconocimiento por parte de las autoridades. Es debido señalar que los esclavos también tomaron partido durante las Invasiones, conformando un batallón especial. La participación de la población esclava en las milicias significó una oportunidad para la obtención de la libertad, y en otros casos el enrolamiento tuvo que ver con un aporte de sus dueños a la causa.

La militarización de Buenos Aires: el pueblo en armas.

Los preparativos para la defensa de la capital virreinal ante una segunda expedición militar británica implicaron la movilización de alrededor de 8 mil efectivos. Teniendo en cuenta que para principios del siglo XIX se estimaba una población de 40.000 habitantes, ello significa que la participación en las milicias abarcó prácticamente a todo el elemento masculino de Buenos Aires en condición de tomar las armas.

Tamaña movilización no sólo alteró el ritmo habitual de la ciudad, que debió acomodar su quehacer diario en función de la guerra, sino que alteró también el equilibrio social de Buenos Aires. En tal sentido, podemos mencionar la creación de 1200 nuevos cargos rentados correspondientes a la oficialidad de los cuerpos armados, lo cual no sólo tensionó la relación entre funcionarios civiles y oficiales milicianos, sino que además aumentó el gasto local de la administración colonial, reteniendo en Buenos Aires recursos monetarios que anteriormente eran destinados a la metrópoli. Pero un aspecto central en la ruptura de este equilibrio es la inauguración de un nuevo canal de comunicación entre la élite local y la plebe urbana. La conformación de una nueva fuerza militar de origen miliciano de raigambre local otorgó a la élite criolla una nueva base de poder, y a la plebe criolla una presencia en la vida pública y una representatividad que hasta ese momento no había tenido.

Las milicias como factor de movilidad social.

La creación de los cuerpos armados brindó a sus integrantes una posibilidad de ascenso social, ya sea en términos de prestigio, en términos económicos o ambos. La designación de oficiales por elección de los propios milicianos, si bien fue una práctica que tuvo corta duración, posibilitó el ascenso de figuras antes desconocidas. Vale señalar que el sueldo percibido por los milicianos correspondía a un sueldo medio de la época; incluso a veces superior al de algunas ocupaciones desempeñadas por los estamentos inferiores de la sociedad a los cuales ellos pertenecían. Por supuesto que esto se convirtió en un factor de peso al momento del reclutamiento de la población. Por su parte, los sueldos de la oficialidad miliciana estaban al mismo nivel que otros cargos importantes de la burocracia rioplatense.

Fue por esto que para numerosos individuos la milicia significó un medio de subsistencia, lo cual preocupó sobremanera a los integrantes de otras instituciones políticas coloniales. Si bien en un primer momento la necesidad de contar con los cuerpos armados para la defensa de Buenos Aires no puso en cuestión a los integrantes de los cuerpos, pasado el conflicto las tropas fueron blanco de señalamientos por parte de otros sectores, principalmente los representantes de la burocracia colonial. No faltaron quienes denunciaran a los milicianos con epítetos tales como “los que viven de las erogaciones, que han aniquilado al erario cuando podrían ocupar sus brazos en las artes y en hacer que progresara la industria”, “presidiarios, y hombres vagos entre quienes se ha distribuido las dotaciones y honores de los primeros empleos militares” o “presidiarios que hasta hace poco trabajaban con grilletes en las obras públicas, los que tienen aún pendientes sus causas por ladrones hoy son cabos de brigada, y otros de la hez del pueblo, los vemos hoy con la divisa de tenientes coroneles”.

Es que el equipamiento y los salarios de los milicianos se convirtieron en dos de los gastos más importantes de la Real Caja de Buenos Aires y provocaron un traslado de recursos públicos hacia la plebe urbana. Casi la totalidad del presupuesto virreinal fue dedicado al pago de las tropas y durante varios meses otras actividades del Estado fueron abandonadas.

Si bien el fenómeno del pueblo en armas no configuró una revolución social, porque la plebe no llegó a ocupar puestos efectivos de poder, sí introdujo modificaciones sustanciales, principalmente en el campo de la redistribución de la riqueza y de la participación política, que fueron transferidas de los grupos sociales más poderosos a las clases subalternas.

Las milicias como eje de la política criolla.

A partir de 1807 la oficialidad de los cuerpos voluntarios emerge como nuevo actor político y se convierte en un nuevo factor de poder. La aparición de un grupo dentro de la élite porteña que logra adquirir un nuevo poder a partir del control de una fuerza militar de base local altera el equilibrio existente.

La oficialidad miliciana comienza a ejercer la representación legítima de la voluntad popular gracias a la utilización de mecanismos como el ascendiente de los jefes sobre sus tropas, la redistribución de ingresos vinculados al mantenimiento de los cuerpos -conformados por la plebe urbana- y el fortalecimiento de los vínculos corporativos. Esa representación cobrará más fuerza a medida que en la sociedad rioplatense se vayan afianzando los conceptos de patriotismo y revolución.

En esta dinámica son los cuerpos conformados por americanos los que adquieren mejores herramientas para hacer valer su peso específico en el equilibrio de poder. En parte porque los sectores populares en que se reclutaban los soldados comenzaban a tener una mayor visibilidad en la vida pública, pero también porque aquellos criollos que ya anteriormente habían conseguido formar parte de los sectores altos de la sociedad ahora aumentaban su poder e influencia.

El éxito militar representado por la Reconquista y la Defensa y el nuevo cariz adquirido por la sociedad rioplatense, representado mediante el pueblo en armas, acentuó los aspectos tratados anteriormente. El mantenimiento de cuerpos de individuos armados y entrenados aún después de las Invasiones Inglesas desafió directamente las relaciones de poder tradicionales de la sociedad colonial. Se hizo cada vez más evidente que las luchas políticas ahora se resolverían mediante la participación de las unidades militares en alguno de los bandos en pugna. El delgado equilibrio terminaría de resquebrajarse pocos años después, cuando el virrey Liniers decida la disolución de los cuerpos peninsulares, quedando únicamente en pie las milicias criollas, las únicas habilitadas para arbitrar el escenario político teniendo siempre a mano el recurso a la movilización.  

Bibliografía

CUADRA CENTENO, P. A.; MAZZONI, M. L. (2011) La invasión inglesa y la participación popular en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires 1806-1807. Anuario del Instituto de Historia Argentina (11), 43-71. En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.5243/pr.5243.pdf

DI MEGLIO, Gabriel. ¡Viva el bajo pueblo! La plebe urbana de Buenos Aires y la política entre la Revolución de Mayo y el rosismo. Prometeo, 2006.

GONZÁLEZ BERNALDO, Pilar. “Producción de una nueva legitimidad: ejercicio y sociedades patrióticas en Buenos Aires entre 1810 y 1813” en Actas de las Jornadas Nacionales Imagen y Recepción de la Revolución Francesa en la Argentina, Buenos Aires, Grupo Editor Latinoamericano, 1990

HALPERÍN DONGHI, Tulio. Revolución y guerra: formación de una elite dirigente en la Argentina criolla. Siglo Veintiuno, 2011 (1º ed. 1972).

  – «Revolutionary Militarization in Buenos Aires, 1806 – 1815». Past and Present, N° 40, Oxford, julio de 1968.

HARARI, Fabián. Hacendados en armas. El Cuerpo de Patricios, de las Invasiones Inglesas a la Revolución (1806-1810). Razón y revolución, 2009.

RABINOVICH, Alejandro Martin. “The Making of Warriors: The Militarization of the Rio de la Plata, 1806-1807”, enRichard Bessel, Nicholas Guyatt and Jane Rendall (eds.), War, Empire and Slavery, 1770-1830, Basingstoke, Palgrave Macmillan, 2010.


[1] Historiador, trabajador de la APN

[2] Rabinovich. Militarización en el Río de la Plata p 83

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